Ser vulnerable es poder ser herido, tanto físicamente como moralmente. Las críticas, por ejemplo, nos pueden afectar en mayor o menor medida, de ahí a que nuestra tendencia sea evitarlas.
No obstante, es una tendencia errónea, pues tanto en el ámbito personal como laboral nos ayudan a crecer, a conectar con las personas y a mostrar empatía. En ninguno de estos dos ámbitos debemos de descuidar las relaciones humanas, pues son imprescindibles en nuestra vida personal como profesional.
Un liderazgo impersonal e invulnerable debilita las relaciones profesionales, lo que termina por influir negativamente en la motivación y en el compromiso de los empleados para con la empresa.
El error de querer ser invulnerable
Las experiencias negativas del pasado que hayamos podido tener o conocer por otros, nos afectan autoimponiéndonos limitaciones. Hacen creer a los líderes que bajando la guardia ponen su reputación y su competencia de liderazgo en riesgo, suponiendo mostrar inseguridad, ineficacia y falta de firmeza.
Sin embargo, cada vez más los líderes comienzan a comprender que existen situaciones en que mostrar vulnerabilidad no significa debilidad, sino mostrar que todos somos humanos.
Todos cometemos errores y hemos de estar dispuestos a reconocerlos. Reconociéndolo o pidiendo ayuda se muestra tener fuerza interior, dando a entender que no se necesita demostrar el valor de uno mismo y que este no depende de la opinión de los demás. Con ellos también se transmite la confianza en uno mismo.
Lo positivo ser vulnerable
Cuando un líder admite sus errores y muestra disposición de aprender de ellos, muestra su responsabilidad y transparencia, minimizándose así los aspectos negativos de mostrar vulnerabilidad. Los empleados valoran poder comunicarse con su superior, ganan confianza para ofrecer ellos mismos esa sinceridad, y su respeto y admiración es mayor. Además, los trabajadores desean implicarse más con la empresa, mejorando su actitud y su productividad. Que un líder manifieste aires de superioridad siempre se vuelve en su contra, perjudicando las relaciones con el equipo y las relaciones entre los miembros de este.
El coraje de ser un líder abierto y vulnerable muestra que también sabe valorar las opiniones y aportaciones de los demás, consiguiendo la participación y el ansia de progreso por parte de todos.
Desarrollar la vulnerabilidad
Ya que nuestra es evitar y protegernos de cualquier tipo de dolor, desarrollar la vulnerabilidad es un proceso costoso. Se requiere poner en práctica técnicas de liderazgo avanzadas.
No debemos pasar por alto que en ocasiones se emplea una falsa vulnerabilidad que busca llamar la atención. Es algo perjudicial para todos puesto que se suele descubrir su ilegitimidad. Un ejemplo de ello sería hacer hincapié continuamente en críticas irónicas hacia uno mismo.
Lo correcto es mostrar vulnerabilidad con humildad, haciendo patente la disposición a querer mejorar o evitar repetir una equivocación.
Tomar la iniciativa en restablecer una relación es una conducta admirable. También disculparse con alguien que nos ha ofendido hace ver nuestra fortaleza, situándonos por encima del problema.
En muchas ocasiones, hasta que no se pone en práctica el permitirnos ser vulnerables, no podemos ver que realmente no se van a aprovechar de uno mismo. Se requiere tener valentía y carácter para seguir este camino.